Pasados los atracones de las Navidades quedan los pesares por los excesos y los propósitos o planes de dietas para “recuperar mi peso”, “quitarme unos kilos” o “empezar a comer más sano”… Pero la cuestión no son las Navidades ni los excesos puntuales. Lo que de verdad nos preocupa, es esa lucha continua con nosotros mismos por ese hábito poco saludable, que en realidad sabemos que no nos hace bien. Quizás seas de los que devoran la comida o de los que no se pueden resistirse a ningún dulce. Quizás seas, por el contrario, de los que sólo comen de lo que les gusta y eso signifique un muy pequeño rango de alimentos. También puedes ser de esos que necesitan el picante en sus vidas, echándole pimienta y especias a todo a pesar de los ardores nocturnos. Pero la cuestión es ¿si sabemos que no nos “hace bien” por qué lo mantenemos?

En la búsqueda de respuestas sobre la interpretación de los distintos estilos de alimentación, descubrimos una teoría muy interesante planteada desde un enfoque psicosomático.

Su autora Lise Bourbeau explica, en su libro Just listen to your body and eat, que existen cinco principales “heridas del alma”, es decir, cinco heridas psicoafectivas que se despiertan en la relación con nuestros padres o cualquiera que tome su lugar, desde el momento de nuestra concepción hasta que alcanzamos la edad de siete años. Después se pueden volver a activar en la interacción con cualquier persona que nos recuerde alguna experiencia vivida con uno de nuestros padres. Cuando surge una de estas heridas, dejamos de ser nosotros mismos y entramos en el modo ‘control automático’. (Traducido de Bourbeau, 2009).

Las cinco “heridas del alma” son: herida de rechazo, abandono, humillación, traición e injusticia. Sostiene que cuando una de estas heridas es activada es difícil saber si se está o no hambriento y, en caso de estarlo, qué es lo que realmente el cuerpo necesita. Por ello, ha estudiado que dependiendo de qué herida esté funcionando, la persona tendrá una tendencia a comer o beber de formas diferentes.

La herida de rechazo. Cuando es esta la herida que está influyendo, la persona tendrá menos apetito. Es más, no sentirá ni que su cuerpo necesita comida y cuando coma, lo hará preferentemente en raciones pequeñas. Son personas que están más en lo mental que en lo físico, por lo que tampoco disfrutarán mucho de la comida. El alimento más común usado como escape es el azúcar, pero la ingesta de grandes cantidades hará trabajar en exceso sus glándulas suprarenales, así que se sentirá débil y cansada.

La herida de abandono. Son personas que buscan amor en los demás en forma de atención, cariño y apoyo. Como no saben cómo obtenerlo o no reciben lo que necesitan, satisfacen esa necesidad en forma de comida. Como ésta no puede llenar el vacío afectivo, siente que nunca tiene suficiente y no sabe cuándo parar. Normalmente estas personas, si comen en buena compañía, comen más despacio para alargar el placer de la atención que están recibiendo.

La herida de humillación. Son personas que han interiorizado que disfrutar de sus sentidos es indigno. Frente a otros, se refrenan de comer lo que más le gusta y se fuerzan a comer lo que creen que es apropiado para ser una persona «digna de admiración». Lo que ocurre es que estas personas si pasan por al lado de una bandeja de dulces son incapaces de no coger uno, así que llega un momento que pierden ese control e ingieren cantidades exageradas. Una vez que empiezan, encuentran mil razones para continuar, pero todas ellas para probar que son indignos, vergonzosos o glotones y se sienten tremendamente culpables. Sufren cuando pasan hambre y sufren cuando han comido demasiado.

La herida de traición. Esta persona tiene problemas para confiar en los demás, por lo que repite ese patrón en su dieta. Será aquella que añada sal o pimienta, especias o azúcar, incluso sin haberlo probado previamente. Eso sí, aunque se haya pasado se lo comerá todo, pero muy rápido y sin masticar mucho o saborear la comida, tragando grandes pedazos. También se les puede identificar porque son esas personas que siempre quisieran estar haciendo miles de cosas mientras comen, ya sea ver la tele, jugar con el móvil o leyendo algo.

La herida de injusticia. Esta persona intenta controlarse al máximo. Son capaces de controlar tanto la cantidad como el tipo de alimento que comen y es muy posible que juzguen el comportamiento de aquellos que «se dejan». Suele justificarlo explicando que es por salud, pero en realidad suele ser para controlar su peso. Se pueden sentir muy culpables si se saltan sus normas, pero enseguida se convencen a sí mismos de que sólo ha sido una vez y, por supuesto, no se lo dicen a nadie.

Conocer qué herida puede estar latente en nosotros según la teoría de Bourbeau y tener en cuenta las descripciones anteriores, puede ser una herramienta de análisis que nos ayude a dar con la verdadera causa que mantiene hábitos poco saludables para nuestro cuerpo, y por ende para nosotros mismos.

Y tú, ¿quieres encontrarla? Nosotros te ayudamos.