¿Qué sientes cuándo oyes que llega San Valentín? ¿Cuándo te ves rodeado de corazones rojos allí donde vas? ¿Eres de los que aprovechan para darse un capricho y celebrar? ¿O eres de los que se deprimen con sólo oírlo y tratan de hacer como que no está ocurriendo?

Tanto si eres de los unos como de los otros, es interesante que reflexionemos juntos qué hay detrás de tus sentimientos o tus acciones en este día. Pues lo queramos o no, es un día que algo nos mueve a todos.

Nos venden que San Valentín es el día de los enamorados, pero ¿de los enamorados de quién? Está claro que aquel o aquella que acaba de empezar una relación, tendría una respuesta clara y concisa, pues allá donde vayamos (tiendas, anuncios, televisión, etc.) ponen su punto de mira en ellos: LAS PAREJAS DE ENAMORADOS.

Pero nosotros, que siempre nos gusta ir más allá, pensamos: si es el día del AMOR, por qué sólo pueden celebrarlo ellos o ellas.  Es más, ¿sabemos qué clase de amor celebran esas parejas de enamorados? Si aquellos que se alegran lo hacen porque “no puedo vivir sin ti” o “sin ti no soy nada”, es probable que tengan el mismo problema que los que los que dicen “otro año más solo, ¿nunca podré encontrar a alguien que me quiera?”.

Detrás de esas palabras, lo que nosotros vemos es que ambos están poniendo el foco en el lugar equivocado. Buscamos el AMOR en los otros, tratando de llenar el vacío que sentimos en nuestro interior. Ese vacío que nos deja el sentirnos inseguros, sentir que deberíamos ser más,  esforzarnos más, que no hacemos suficiente, que no valemos o que no somos especiales. Sabemos que escuchar de otro un “tú puedes”, “me encantas” o “admiro eso que haces”, es muy  reconfortante, pero lo es tanto como lo fugaz que puede ser. Pues las opiniones cambian, las personas se van… pero tú sigues ahí. Por eso eres TU QUIEN TIENE QUE QUERERSE.

Eres tú quien tiene que creer que merece la pena levantarse a tu lado todos los días. Que eres digno o digna de amor, con tus virtudes y tus defectos. Eres tú quien tiene que sonreír al verse en el espejo y darse las gracias por lo bien que lo pasas contigo mismo/a, lo bien que te cuidas y lo mucho que te conoces. Ser tú quien decida que ese capricho o ese deseo, te lo vas a conceder porque te lo has ganado y te lo mereces. Agradecerte cada día que sigas acompañándote y luchando por aquello que te hace feliz, te enriquece o te hace crecer. Es contigo  con quién tienes que decidir qué quieres hacer con tu vida (porque es tuya) y después, quizás, encontrar a alguien que haya decidido un plan compatible con la suya.

Si quieres celebrar algo, celebra que MERECE LA PENA QUERERTE Y CUIDARTE porque eres digno/a del amor de San Valentín.