Ha pasado un mes escaso de la vuelta de vacaciones y la rutina se ha vuelto  a apoderar de nosotros y nuestros hijos. Los niños vienen a mi consulta aburridos ya de ir al cole y me comentan que no tenían ganas de volver a clase tras las vacaciones. Además de que no hay colegio, ¿qué ocurre en vacaciones que no ocurre el resto del tiempo? Fácil respuesta, ¿verdad? Tienen más tiempo libre y pueden jugar más. Esto ocurre porque, en la mayoría de las familias, el juego es sinónimo de ocio, y el ocio sólo se lleva a cabo cuando uno ha terminado sus responsabilidades.

Pero esta afirmación conlleva dos errores. El primero, y más obvio, es que no nos damos cuenta de que muchos días, ese «cuando hayas terminado lo que tienes que hacer» se alarga tanto que lo termina relegando al fin de semana. Salen del colegio y tienen que ir a clase de baile; al salir de clase tienen que hacer los deberes y prácticamente cuando terminan, tienen que bañarse y cenar; al día siguiente es lo mismo pero con clase de inglés; y el día que tienen libre aprovechamos para ir a la piscina que le viene bien para el asma o vamos al dentista que nos tocaba revisión.

El segundo error es que llamarlo «ocio» es definirlo, sin darnos cuenta, como algo secundario, prescindible, como un premio o un extra. Pues es así como lo vivimos los adultos. Sin embargo  son muchos los autores que hablan de la gran importancia que tiene el juego para el desarrollo del niño. El juego es el modo que tiene el niño de pensar, probar, relajarse, trabajar, recordar, competir, investigar, crear y ensimismarse… además de un medio eficaz de liberación de la agresividad y canalización del conflicto. Por tanto, el juego estaría al mismo nivel que su educación o su salud.

Es importante saber, que el juego va cambiando a medida que el niño crece, por lo que sus demandas y necesidades será diferentes dependiendo de la edad. Al principio (hasta los 2 años) se trata de un juego más sesoriomotor: agarra, corre, tira, etc. Más tarde (de los 2 a los 7) se da un cambio importante al juego simbólico: son médicos o policías, su zapato es un avión o el tenedor es un guerrero. Y es a partir de los 7 años, cuando se va llegando a un juego más organizado, más estructurado, el juego de reglas. Además, como sabemos, cada niño es distinto y por ello mostrarán necesidades diferentes: unos serán más activos, otros más tímidos, otros más caseros y otros demandarán más estímulos.

Pero, independientemente de su etapa o forma de ser, TODOS sin excepción necesitan JUGAR. Y ese juego ha de ser un juego libre, es decir, un juego en el que sean ellos quienes decidan sus reglas, sus materiales, con quién jugarlo e incluso cómo terminará, pues esto implicará para ellos poder asumir ciertos retos, riesgos o hacer cosas que aún no saben que pueden hacer. Necesitan experimentar sin límites y eso conllevará movimiento, aire libre y relaciones con otros niños de su edad. Así que de nuestra parte queda ofrecerles no sólo el tiempo y el espacio, sino un cambio de actitud, asumiendo que nuestros miedos y estados de ánimo nos limitan, si queremos acompañarles a crecer.